viernes, 26 de enero de 2007

Maldita globalización

Desde que Gran Hermano cedió en exclusividad a Speedy una de las transmisiones del ciclo, se nos ha vuelto imposible conectarnos a Internet porque la red está totalmente saturada. Ayer y hoy hemos realizado infructuosos llamados a la compañía, cuyos recursos (técnicos y humanos) han sido desbordados por la debacle. Si pudiéramos cambiarnos de proveedor, naturalmente, ya lo habríamos hecho, pero las privatizaciones de María Julia y las zonas de exclusividad pautadas entre la canalla parecen seguir vigentes. En fin, no hay mal que por bien no venga y, no pudiendo trabajar, uno lee más distendido. Por cierto, en el locutorio al que vengo una vez al día a controlar correo (quién sabe hasta cuándo), el sitio blogger sufre censura, de modo que hasta el placer de registrar mis lecturas se me escapa.

jueves, 25 de enero de 2007

Confieso que confieso

Por Daniel Link

El género "Confesiones" es casi tan antiguo como la literatura misma y no debería sorprendernos su supervivencia en tiempos que han aniquilado toda posiblidad de experiencia, sino todo lo contrario. No creo que el fenómeno del que de pronto los medios se dan cuenta, implique ninguna "compulsión al exhibicionismo", interpretación moralizante que me disgusta. Se puede pensar que es un intento desesperado de inscribir el propio cuerpo en relación con todo lo que existe, un impulso que no es psicológico: "¿Quién soy?" es la pregunta política de nuestro tiempo.
Desde las vanguardias de comienzos del siglo XX estamos acostumbrados a pensar que no hay diferencia entre lo íntimo y lo público. Refiriéndose a la obra de Kafka, uno de los grandes escritores del siglo pasado, un filósofo francés señalaba que todo es político, empezando por las cartas de amor.
Lo que hace Internet, en todo caso, es demostrar cosas que ya sabíamos, que ya estaban en los libros. Por su poder exhibitivo, Internet masifica una determinada experiencia de lectura, de escritura y de ficción: ¿quién garantiza que lo que en un blog se escribe sea "verdadero"? ¿Y acaso la verdad misma no tiene estructura de ficción?
El pacto de verdad que parece dominar el género hace que los lectores crean a pie juntillas todo lo que se publica en los blogs, aún lo más disparatado (he recibido solidaridades sin número cuando declaré en mi blog que una hipotética patota catamarqueña me obligaba a abandonar el país). Pero con la escritura pasa como con las comidas, lo que importa no es tanto la materia prima, sino la sazón. Otra cosa es la basura de Gran Hermano, pero sobre eso yo no puedo decir nada más, por el momento.

(¿publicado en revista Noticias?)

miércoles, 24 de enero de 2007

Corrrespondencia: 25/11: Marcha contra la contaminación y el saqueo ambiental a la Embajada de Finlandia

Jueves 25/11, 11.00
9 de Julio y Av. Santa Fe
en solidaridad con la Asamblea de Gualeguaychú y las luchas ambientales del país
Contra la contaminación y el saqueo ambiental!!!
Exigimos al Gobierno medidas ya!!!
 
Marcha a la Embajada de Finlandia
 
CONTRA LA CONTAMINACIÓN Y EL SAQUEO AMBIENTAL

* NO A BOTNIA Y ENCE.
* NO A LAS MINERAS A CIELO ABIERTO.
* CONTRA LA INVASIÓN SOJERA.
* BASTA DE CONTAMINAR LA CUENCA MATANZA RIACHUELO.
* NO AL CEAMSE.
* NO A LA CONSTRUCCIÓN INDISCRIMINADA DE TORRES. 
* ERRADICACION DEL POLO PETROQUÍMICO DOCK SUR.
* ERRADICACIÓN DEL PCBs.

 
AGD-UBA en Conadu Histórica 

Diario de un televidente

Anoche se fue de la casa de Gran Hermano Mrs. Dennise y su expulsión no sorprendió a nadie (queríamos que quedara nominada desde la primera semana, pero no se puede todo). Lo cierto es que las rubias (naturales o ficticias) fueron las primeras en desaparecer del serpentario argentino, cuyos días (al menos para S. y para mí) están contados: la semana que viene Sony comienza a emitir las nuevas temporadas de Desperate Housewives, American Idol, Medium y no sé qué otras delicias, que se sumarán al esperadísimo regreso de Lost en AXN y nadie, desgraciadamente, tiene tanto tiempo para consumir chatarra.
Volviendo al serpentario, S. (que, como Alan Pauls, ha seguido alguna temporada previa de Gran Hermano) me ha instruido en estrategia elemental: las víboras (Fabi Cantilo, la forra de los ángeles, el apologista del american way of life, Gabriel) se irán de la casa en cuanto estén nominados porque la única manera de sobrevivir no es el meloneo vil al que se entregan inmoderadamente (¡ante las cámaras! ¡ante nuestros ojos!), sino quedar bien con las votantes (y digo "las" porque es ciertamente difícil imaginar a alguien diferente de una adolescente trémula como votante en este bodrio). La rosca interna podrá retrasar la propia nominación pero, ay, cuando ésta llegue, el público será implacable con los hipócritas y los abiertamente hijos de puta: que el sucio hippie y el joven entrepreneur se hayan dejado llevar por las arcadas de maldad, los pone en riesgo. La madre de la sorda, aparentemente, se dio cuenta de que el grupo mafioso iba a condenarla, también a ella, más tarde o más temprano y dijo una verdad incontestable: "si vas a caretear, que nunca se te caiga una ficha". Entiendo aproximadamente esta frase viciada de lenguaje de época como: "hay que sostener el personaje hasta las últimas consecuencias y hasta el último día, cueste lo que cueste".
¿Qué es lo específico del universo Gran Hermano, lo que haría del ciclo "el experimento estético más revolucionario de los últimos tiempos"? Me costó darme cuenta, pero creo que es esto: ellos, los participantes, para quienes no hay afuera de la televisión, que ha moldeado sus sueños de conductores, actores, noteras o vedettes
desde mucho antes de que entraran en la casa, en esta situación límite en la que se convierten en materia prima y total de lo televisable, sin embargo, a diferencia de lo que sucede en las cárceles y en las instituciones psiquiátricas con las que la casa podría compararse, ellos, los únicos sobre la faz de la tierra, no pueden consumir televisión: no hay televisión dentro de la televisión. Sucede, claro, todo el tiempo: creo que muy esporádicamente puede verse un televisor encendido en Desperate Housewives o Medium. Pero lo específico de Gran Hermano es la tensión que se establece entre el todo de imaginación que la televisión representa y su inexistencia cotidiana. Es lógico que, en esa (para ellos, pero también para nosotros) incomprensible desaparición del ser social, las conciencias, más temprano que tarde, comiencen a desmoronarse. ¿Cómo sería, hoy, no tanto un "mundo cerrado" porque cerrado es, por definición, todo mundo, todo mundillo, sino un mundo abierto, un mundo sin televisión? No sobrevive a Gran Hermano quien más sabe de TV (por inmersión), sino el que más indiferente ha sido a ese aparato exhibitivo.
No importa que S. se burle de tu acento, cordobés, y de tu incapacidad para articular una sola frase con sentido. En ese disturbio de lenguaje que significa extranjería radical al medio (como si fueras un montañés que ha llegado de un siglo antepasado, por milagro de la tecnología, hasta nosotros), probablemente, se cifra no sólo la fuerza de tu encanto (la razón por la que los responsables de casting, siempre, siempre, me dicen, incluirán un cordobés en Gran Hermano), sino, tal vez, el secreto de tu supervivencia y, quisiera yo, de tu, por llamarlo de algún modo, "triunfo".

martes, 23 de enero de 2007

Capitalismo y esquizofrenia

No pasarán:

El conflicto por las papeleras
La Corte de La Haya rechazó el pedido uruguayo
El tribunal no hizo lugar al pedido del país vecino para que el gobierno argentino frene los bloqueos de los asambleístas

El tribunal internacional de La Haya rechazó hoy la medida cautelar pedida por Uruguay para obligar al gobierno argentino a tomar medidas para poner fin a los cortes de ruta de los asambleístas de Entre Ríos.
El fallo, que fue leído desde las 10 de la mañana (las 6 en la Argentina) en el Palacio de la Paz de La Haya por la presidenta del tribunal, Rosalyn Higgins, indicó que 14 de los 15 jueces del tribunal rechazaron la solicitud del gobierno de Tabaré Vázquez contra los bloqueos de los asambleístas que protestan contra la instalación de la papelera Botnia en la margen oriental del río Uruguay.
"La Corte decidió que las circunstancias, tal y como se presentan actualmente, no pueden exigir el ejercicio del poder de este tribunal para indicar medidas cautelares", declaró Higgins, ante los representantes de los dos países.

Baby-boom



Ni yo mismo sé si felicitarme o temerme. Otra de mis predicciones para el 2007 se ha cumplido. Primero fue una amiga de S., que anunció desde Inglaterra (hasta donde aparentemente ha llegado el influjo kirchnerista) su embarazo. Hoy nos llega la ecografía de la cosa de seis centímetros que, en algunos meses, se convertirá en la criatura Juan-Helguera. Su sexo todavía no está definido pero, más gravemente aún, se ignora si será catalana o sarda la prole de estos argentinos que triunfan en el mundo del diseño europeo.



Luisa Bongers-Olbrich, de dos semanas en la foto, fue anotada, por su parte, como alemana en la correspondiente Rathaus berlinesa, pero en pocos días más se mudará con sus padres al hemisferio sur, donde su nombre de pila le permitirá pasar como una argentinita más (que es lo que sus padres quieren).
No hay semilla que en nuestro generoso suelo no fructifique ni ecología inadecuada a la multiplicación de los nativos de Bernal...

Blogolandia

La tentación fascista de Maurice Blanchot

Blanchot, el oscuro

Maurice Blanchot es indudablemente uno de los ensayistas y literatos más fascinantes de la posguerra. Tanto como crítico literario en sus contribuciones a las más prestigiosas revistas de lettres contemporáneas, ha ejercido una función canonizadora sobre la literatura contemporánea. No sólo eso: la importancia de Blanchot ha excedido y desbordado la mera teoría literaria: ya sea por su propio discurso literario o por la naturaleza filosófica de sus reflexiones, Blanchot ha generado -¿sin proponérselo?- una corriente de pensamiento desde los años ?50 de larga influencia. Barthes, Bataille, Derrida, De Man o Foucault no han ocultado el impacto blanchotienne en sus obras.

El texto continúa en Mosca cojonera.

Blogolandia

Blog de la revista Esperando a Godot.

lunes, 22 de enero de 2007

Diario de un televidente

La máquina de hacer famosos

por Alan Pauls

Contagio nefasto de la epidemia de popstars, muchos, encima, son estudiantes de actuación, actores amateurs, pseudo actores, groupies de actores o lisa y llanamente artistas de la impostura; es decir: gente preparada y por lo tanto extremadamente desconfiable. (Incluso Jessy -en quien deposito mis fichas cuando apostar por alguien es lo único capaz de justificar que siga viendo el programa-, con su aire de asombro, su actitud de segundona modosa, el desamparo con que se aferra a su repugnante peluche, todas cualidades ganadoras, me resultan sospechosas: no las aprendió "en la vida" sino en las actrices de reparto de las películas de Almodóvar.) Es gente que está en la Casa no para ser objeto de una manipulación diabólica (a cambio de una recompensa de fama, un contrato, un canje de ropa) sino para hacer lo que sabe. Esa apuesta a cierto protoprofesionalismo dilapida, creo, uno de los pocos divertimentos que el formato deparó alguna vez: el espectáculo, dudoso pero atractivo, de un puñado de don nadie que lo aprendían todo en cámara y en vivo. En el primer GH, el gran espectáculo era el proceso de cocción que hacía pasar a los cobayos de lo crudo a lo cocido; en GH 4 todos entran ya cocidos; lo único que les falta es aire y descubrir en qué rubro (intriga, poder, sexo, comedia, información) pueden fructificar los talentos que forjaron en las clases de teatro.

El texto completo, acá.

Preguntan si...

-¿Estamos asistiendo a una crisis de la literatura? ¿La televisión e Internet están avanzando sobre la lectura?
-¡En modo alguno! La idea de "crisis" de la lectura es un invento aprovechado por los laboratorios de mercadotecnia para que el público se sienta culpable y compre libros. Las personas leen lo que necesitan y siempre ha sido así. Naturalmente, se puede hablar de una crisis de la escuela, pero ése es otro tema y no quisiera irme por las ramas. Si hubiera "crisis" de la literatura sería sólo como producto de la manía literaria de pensar lo que uno hace como crisis. El arte, y la literatura en primer término, siempre se movió con felicidad alrededor de las ideas más apocalípticas de la imaginación de la crisis. No creo que sea necesario que la cultura (los medios) sostengan sobre la literatura lo mismo que la literatura piensa sobre sí.

La entrevista completa de Gabriela Manuli para El observador de Perfil puede leerse acá.

jueves, 18 de enero de 2007

Para el bronce

Como se recordará, Borges le atribuyó a su amigo Bioy Casares una frase que el tiempo volvió célebre: "Los espejos y la cópula son abominables, porque multiplican el número de los hombres". No es el momento de analizar esa frase, sino de compararla con otra, nacida también al calor de la amistad. Se la puede leer en un libro majestuoso al que me referiré más extensamente en algunos días, El curandero del amor de Washington Cucurto. Pero no puedo esperar un solo segundo más para consignar lo que un Santiago (Vega) le hace decir a otro Santiago (Llach), en el fragor de una fiestonga de garchar:

"¡No vale embambinarse al tallerista!".



miércoles, 17 de enero de 2007

Diario de un televidente

¡Uno menos!: ya quedan 17 participantes en la casa (¡uh, todavía falta un montón!)

por Guadalupe Diego*. De la Redacción de Clarín.com

No quieran saber, no le pregunten a nadie, las ganas que teníamos hoy de llegar aquí, sentarnos y comentar la noche que se vivió en Gran Hermano. Es que no era para menos: ayer tuvimos la primera expulsión (sí, sí, se fue Claudia, como era alevosamente previsible, -previsibles ella y su retirada-). Pero decíamos, que veníamos tan pero tan entusiasmados a escribir y de repente ¡púmbale!, pasamos por Linkillo y entonces para qué, si ahí ya está todo dicho y nadie podría ya hacerlo mejor: Pasen y lean.

*¡Gracias, Guadalupe, por ponerme el contador por las nubes!

Ante la ley

La fuga. Crecerá un jardín[1]

por Rodolfo Walsh

1

-Aunque sólo fuera por usted -le dijo el juez-, lamento que hayan sacado la pena de muerte.
El juez Olivia era un hombre de mirada bondadosa, que afilaba sin descanso un Fáber nº 2, soplando las virutas y apilando el polvo de grafito en pequeñas cordi­lleras.
Esa frase que Arias no olvida, pero que acaso va pu­liendo con los años hasta darle una tersura de guijarro que no tuvo, sitúa el comienzo de su historia allá por el 32, a lo mejor el 33.
-Matar a su madre -dijo, y enumerando las circuns­tancias en que la mató-: lo que ella era para usted y aún para cualquiera, lo que significa matar a una madre. Consumió un tercio del lápiz, sin cesar de mirarlo de reojo.
Arias repitió, sin mayores esperanzas, la historia que al principio contaba a gritos: que su madre era pobre, era desgraciada, sufría permanentemente con sus malos pensamientos, y que él no podía hacer por ella otra co­sa que aliviarla de la vida.
-¿Con un garrote?
-El garrote -volvió a decir- fue una inspiración del momento.
El juez dejó por un instante la yilé, el lápiz resbaló de sus dedos, y en ese pequeño gesto advirtió su enorme desesperanza.
-La escoria de la tierra -canturreó tristemente-, el salitre de las viñas, el verdín del estanque, la quereza [sic] de la carne, el que pudre la semilla. ¿Qué pena bastaría pa­ra usted, hijo mío?
Después volvió a sacarle punta al Fáber, una mina lar­guísima, tal vez microscópica en su ápice.
-Ninguna -confesó Arias.
Entonces el juez, con el canuto de lápiz que le que­daba, en un papel cualquiera, hizo la suma: 214 años.
(En esa cifra advirtió Arias por primera vez la impre­sión que causaba en los demás.)

2

-Detrás del primer muro -dijo el director-, hay un foso profundo. El agua no se renueva, es posible que adentro haya cosas vivas. Digo posible porque hace unos meses un guardián metió la mano sin querer, y cuando la sacó, le faltaba un dedo. Después del foso viene un dispositivo de alambradas, enseguida otro muro. Unos quince años atrás un recluso llegó hasta ahí, antes de que lo descubrieran los perros. El muro tiene ahora un reflector cada quince metros, una ametrallado­ra cada cincuenta. No existen horas fijas para cambiar la guardia. Detrás de este muro no hay nada, es decir, un talud de césped con flores, que se ve muy lindo desde afuera. ¿Quiere consultar los planos?
-No pienso escaparme -contestó Arias.
-Error -dijo el funcionario. Es natural que trate de escaparse, pero también es imposible. Para serle franco, preferimos a los penados que piensan en la fuga, son los más tranquilos, los que mejor trabajan, jamás intervienen en un desorden. Llegamos a estimular algunas tentati­vas, hasta cierto punto.
-¿Hasta dónde?
-En este momento -apoyó un dedo en el plano-, siete penados del pa­bellón C están cavando un túnel. Llevan cuatro meses en eso. El túnel -deslizó el dedo- ya llega hasta aquí. Va­mos a pararlo -otro movimiento del dedo- aquí.
-¿Y si yo les cuento? -preguntó Arias.
El director enarcó una ceja.
-Es lo mismo. Ninguno de ellos cree realmente que yo lo ignoro. Necesitan un motivo para vivir, ¿comprende?

3[2]

Arias trató de volverse loco. Ayunó días enteros, se re­sistió a dormir, ensayó largas risas sin objeto, obligó a su cara a sostenidas muecas de idiotez. Cuando esto fraca­só hizo mentalmente una lista de las cosas que todavía le importaban. Eran pocas: la Virgen de Luján, la bande­ra nacional, una vecina del barrio, el Racing Club. Len­tamente empezó a demolerlas: al Botasso verde que re­cortaba en la Crítica lo agujereaban por todas partes, le rompían el travesaño, le perforaban la red; lo goleaban de taquito, de chilena, de palomita. Cherro lo cabecea­ba, Bernabé lo demolía de un taponazo. ¡Cortina metáli­ca! A veces Arias gritaba "¡No, no!", pero era inútil, una gambeta triunfal se había colado tras la línea de cal, y el incursor sacaba pecho y miraba sobrador al arquero, co­mo diciendo "No me atropelle". La Virgen, que también era la vecina inaccesible, gozaba como una sirvienta en brazos del cantor de barrio, y así todos los respetos se despeñaban en esquirlas celestes y blancas.Consiguió un espejo. Se miraba horas y horas hasta hipnotizarse, sus ojos se perdían en sus ojos, un mar gris en otro mar de niebla y de esperanza, se agarraba a sí mismo por las orejas y se sumergía, hasta que ambos re­flotaban, sin aliento.


[1] Original de dos páginas (escritas entre el 3 y el 6 de marzo de 1965), muy corregido. Fuente: Rodolfo Walsh. Ese hombre y otros papeles personales. Buenos Aires, Seix Barral, 1996 (edición a cargo de Daniel Link)

[2] Al margen, manuscrito: "Hilvanar cada chapitre, hacer un coso só­lido".

Otra denuncia estremecedora

En el Este, la música electrónica funciona como estimulante

Marihuana y alcohol a plena luz del día

PUNTA DEL ESTE.- "¿Che, tenés un toque?"
-No, acá no, en el auto. Esperá que voy a buscar.
El diálogo, del cual esta cronista fue testigo, ocurrió a plena a luz del día, en una de las playas top de Manantiales. Ahí, donde la música electrónica funciona como un estimulante más, la droga suele tener una cita diaria con los jóvenes. Esa conversación no fue una excepción: hace pocos días, en la misma playa, el viento marino traía consigo el aroma típico de la marihuana.

martes, 16 de enero de 2007

Diario de un televidente

Una de mis profecías se ha cumplido. Pero sucede como en esos malos relatos en que los deseos pedidos a los hados o los pactos realizados con el diablo se cumplen, pero bajo una forma totalmente siniestra. S., en efecto, visita profesionalmente las milongas de Buenos Aires. Como su trabajo nocturno le alcanza para justificarse ante lo poco de ética protestante que se le ha adherido a lo largo de su vida (en un mes, por otra parte, francamente vacacional), por las tardes (salvo que alguna urgencia se lo impida) se sumerge inmoderadamente en la casa de Gran Hermano, a través de la "transmisión directa" que puede oírse a través del canal 15 (en Videocanal) -y digo oírse porque una vez que las voces se reconocen no hay absolutamente nada para ver- y la navegación simultánea por las páginas que siguen el fenómeno en Internet.
Como yo sería incapaz de permanecer incólume ante tanta marea tóxica, sé ya más sobre la cuarta edición argentina de Gran Hermano que lo que nunca supe sobre literatura española medieval (que, por mi formación, no es tan poco).
Sé, por ejemplo, que no es lo más abominable de Gran Hermano su mecanismo (siendo, como es, repugnante), sino el uso argentino de ese mecanismo, la distorsión del tristísimo aspecto Big Brother y su conversión en un inmoderado casting de futuras estrellitas de la televisión argentina. El devenir Rial del asunto.
Sé, por ejemplo, que una de las participantes preguntó (lo escuché): "¿Por qué se llamará "Gran Hermano" este programa?" Y sé que la mejor respuesta que ella pudo darse (en contra de la opinión de uno de sus compañeros, que había sugerido vagamente "¿Por el libro?") fue remitirlo todo a la gran hermandad que ellos representan y en la cual el hermano mayor no sería sino esa voz anónima de la cual, de inmediato, todas las chicas y el homosexual del ciclo comenzaron a enamorarse, sobre la base de una analogía insostenible y un poco insoportable (voz grave/ miembro grueso). Fascinante fascismo.
Si mi saber se detuviera en esto, yo no me animaría a hilvanar palabras al respecto. Pero sé, porque me lo cuenta S. cada vez que nos reunimos en la cocina para calentarnos un café o para intercambiar informes necesarios para la continuidad de la vida en el planeta, que Lea(ndro) es, para alguna de las participantes de la encerrona y para quienes discuten sus pormenores en los foros de Internet, más puto que las gallinas, y que su estrategia de declararse enamorado de Fabiana Cantilo (así la llamamos nosotros), la tucumana, sólo tiene por objeto poner celoso a Sebastián Pollastro (o algo así), el gay confeso y triste (triste, porque se dio cuenta de que, por el momento, no tiene chance de coger frente a las cámaras con nadie). Sé también (porque abrí el vínculo que S. me mandó por correo electrónico) que el rubio rosarino ("el stripper bisexual" lo llaman en youtube y en los demás vínculos que recomienda el diario La Nación) es bartender en "la" disco gay de Rosario y sé que el Rocky con el que Nadja mantiene una relación clandestina, según sus repetidas alusiones, sería el mismísimo Diego Armando Maradonna.
Digo "sé", y la verdad es que no sé nada. No me jacto ("Sólo sé que no sé nada"). Declaro simplemente haberme dejado llevar por una marea de discurso.
En un rato, todo apunta hacia ello, disfrutaremos en directo de la expulsión de la modelo con implantes mamarios (que se levantó al joven entrepreneur, como corresponde a gato con olfato) o, todavía mejor, del masturbador descerebrado con cara de rata
del conurbano bonaerense.

Para el bronce

El "síndrome de Cucurto", podría llamarse. Lo sufre cualquiera, todos, cada tanto; lo tuvo Rodolfo Walsh en 1963:

"Me gustaría ir a Bahía y ser un negro.
Trabajar con los ne­gros y coger con las negras
y aprender a cantar y a bailar."


Galería


Por supuesto, Pierre et Gilles.

lunes, 15 de enero de 2007

Verano en Buenos Aires

domingo, 14 de enero de 2007

Correspondencia

Las palabras y las cosas
A propósito de una nota amarilla

El diario Clarín del día de hoy decidió hacerse eco de un "anónimo" que, según el propio matutino, fue dirigido a los medios de comunicación desde "fuentes" de la Biblioteca Nacional. Lo hizo a través de una nota, que firma Patricia Kolesnicov, titulada "La denuncia sobre la Biblioteca Nacional tenía varios párrafos copiados". En ella, haciendo gala del peor amarillismo periodístico, se anuncia con grandes titulares que mi carta de renuncia al cargo de Subdirector de la Biblioteca Nacional dirigida al Secretario de Cultura el pasado 27 de diciembre "copia", sin citarlos, párrafos de un diario español?

Mi carta de renuncia consiguió hacer público un cuadro crítico de la Biblioteca Nacional con datos y referencias precisas sin apelar al método de la denuncia ni a imprecisas y oscuras fuentes. Es que a diferencia de otras bibliotecas del mundo, nuestra Biblioteca Nacional no produce ni difunde estadísticas ni análisis sobre su funcionamiento ni sobre los servicios que brinda (como la relación entre presupuesto e inversión tecnológica, o sobre el crecimiento de su patrimonio, o sobre el crecimiento o decrecimiento del número de lectores, etc.). Por eso, para la elaboración de mi Informe de Gestión y de mi carta de renuncia era imprescindible articular los datos relevados in situ en la Biblioteca Nacional durante un año de gestión con las más diversas fuentes disponibles. Acudí, pues, a los precisos informes de la SIGEN; al informe no menos crítico sobre la Biblioteca Nacional elaborado por el director Elvio Vitali para la conferencia de prensa brindada en setiembre de 2004; a las páginas web de ABGRA, de ABINIA y de varias bibliotecas nacionales latinoamericanas y al dossier de debate sobre el rol de la Biblioteca Nacional española, entre muchos otros textos. No se trata de textos de investigación o creación literaria firmados por un autor, sino de documentos públicos institucionales, que usé libremente tomando datos y descripciones de procesos técnicos sobre las bibliotecas de nuestro país y de todo el mundo. Al no tratarse de ideas originales de un autor personal ni colectivo, hubiese sido ridículo entrecomillar y citar al pie la fuente de datos o de descripciones de procesos técnicos, por otra parte no exclusivas de dichas fuentes.

De 9 páginas a espacio simple de mi carta y de 40 páginas en igual formato de mi Informe de gestión, la "fuente" de la Biblioteca Nacional detecta tres párrafos -en verdad, cuatro oraciones- de descripción de procesos técnicos bibliotecológicos "copiados" del debate sobre el rol de la Biblioteca Nacional española. Por mi parte, para regocijo de la prensa amarilla, podría añadir que "copié" (cierto que en forma abreviada) un párrafo con información sobre la Biblioteca Nacional de Brasil de su página web, que los datos de las Bibliotecas Nacionales de Chile y México están "copiados" de la página de ABINIA... Ahora, bien, ¿qué es lo que prueba esto? ¿En qué desmerece el cuadro crítico de situación por mí presentado? Como todo texto, también mi carta puede ser leída como un palimpsesto y desmenuzada frase por frase buscando influencias, citas ocultas, ecos de otros textos... Que lo haga quien lo quiera hacer, no tengo fuentes oscuras que ocultar, pero ¿vale la pena tomarse semejante trabajo? ¿En aras de qué? Mi carta no es un texto literario que reclama originalidad frase por frase, sino un diagnóstico crítico que busca dar cuenta de una realidad institucional penosa. Lejos de ser original, este diagnóstico es compartido por casi todo el campo bibliotecológico, no sólo de nuestro país sino del mundo entero. No pido otro mérito que la responsabilidad de haberlo hecho público aún sabiendo que esos gestos no se perdonan y exponen a su autor a este tipo de mezquindades.

Hasta el momento, nadie desmintió mi diagnóstico crítico de la Biblioteca Nacional. Es más, el campo de los investigadores lo avaló públicamente porque vio reflejada en mis palabras su propia y penosa experiencia. El propio Director también lo reconoció públicamente al admitir que se trataba de "males conocidos". Incluso los ensayistas y los periodistas de la izquierda populista que avalan la gestión del Dr. González hacen grandes gestos a favor de la dimensión simbólica de la Biblioteca Nacional, pero evitan referirse al cuadro crítico de tal institución en tanto que biblioteca (es comprensible, por otra parte, que quienes más padecen el mal servicio que presta la Biblioteca Nacional sean los que quieren leer y no tanto que acuden a conferenciar?).

Pero, volviendo al punto, la Dirección de la Biblioteca Nacional, no pudiendo desmentir el diagnóstico, se ha propuesto desprestigiar a quien se atrevió a formularlo y hacerlo público. Aunque sin asumirlo directamente, acude al método soez de la acusación, sugiriendo un "plagio" donde no lo hay ni podría haberlo. Desde luego, es más tranquilizador creer que el cuadro de la situación que presenta mi carta es un puzzle de críticas tomadas de textos de otros países, que aceptar que los argentinos nos tenemos que conformar con la Biblioteca Nacional de la República de Feudalia. Pero como no subestimo a la opinión pública, no creo que esta penosa manipulación logre desenfocar el tema de fondo. Sin duda, se trata de buscar un reemplazante en la Subdirección, archivar el expediente y esperar que el episodio pase al olvido. Por mi parte, hago votos porque el debate prosiga, pero el debate en serio. Porque a diferencia de otros momentos en que la Biblioteca Nacional se instalaba en los medios a partir de escándalos y denuncias de todo tipo, aquí se ha abierto un debate bibliotecológico, intelectual y político con el suficiente vigor como para convocar a los más diversos actores. La prosecución del debate necesita de una prensa seria, a la altura de semejante cometido.

El reciente nombramiento de la Bibliotecóloga Elsa Barber como Subdirectora de la Biblioteca Nacional es un acontecimiento histórico en la propia institución y en el país. Es una profesional de gran probidad y capacidad. Pero necesitará un gran apoyo para emprender la normalización institucional, la informatización de todos los procesos bibliotecológicos y la mejora en la atención al público lector. Si no lo obtiene, se repetirán las mismas contradicciones y se alzarán los mismos obstáculos que me llevaron a renunciar en diciembre pasado. Para la ciudadanía, el mejor modo de acompañar su gestión será mantener vivo el debate público. Ojalá la Subdirectora pueda contar entre sus respaldos con una opinión pública alerta, que siga discutiendo la misión de una Biblioteca Nacional a la altura de los tiempos.


Horacio Tarcus

Buenos Aires, 13 de enero de 2007


viernes, 12 de enero de 2007

20 cms.

Gracias, meekss. ¿Cuando volvés al blog?

Gozos de San Sebastián

Ruega a Dios Omnipotente Para que amparo nos dé.
En Roma, noble adalid, llevaste el pendón cristiano
sin arredrarte el tirano con su diabólico ardid.
Sucumbiendo en noble lid, joven el mundo te ve.
Ruega...

No desmayes un momento, generoso Sebastián,
duro martirio te dan; más tú lo sufres de contento,
porque en medio del tormento ves el cielo de tu fe
Ruega...

Te ofreció el mundo sus dones, falsos honores te dio,
más tu virtud despreció sus mentidas ilusiones
y locas tentaciones pisaste con noble pie.
Ruega...

Hiciste guerra al abismo; mil víctimas le arrancaste
que con tus triunfos llevaste al seno del cristianismo;
se enfurece el paganismo que ya en su impotencia cree.
Ruega...

Al fin, tu sangre inocente, viertes en suplicio cruel:
tú, noble Mártir, en él sucumbes como un valiente
y ese día refulgente tu última victoria fue.
Ruega...

Allá en la región serena donde ciñes áurea palma
y gozas la eterna calma lejos de la amargura y pena
mira a la nación chilena que en ti su esperanza ve.
Ruega...

Antiguo campo de oración, contiguo a la parroquia.

En 43 hectáreas puestas al servicio de los peregrinos, se celebrará la festividad de San Sebastián el 20 de enero y el 20 de marzo. El resto del año la imagen permanecerá en el Templo Santuario.

jueves, 11 de enero de 2007

Blogolandia

¿Por qué será que la estetización siempre nos resulta sospechosa?

San Sebastián

por Salvador Dalí

A F. García Lorca

Ironía

Heráclito, en un fragmento recogido por Temistio, nos dice que a la naturaleza le gusta esconderse. Albertino Savinio cree que este esconderse ella misma es un fenómeno de autopudor. Se trata -nos cuenta- de una razón ética, ya que este pudor nace de la relación de la naturaleza con el hombre. Y descubre en eso la razón primera que engendra la ironía.

*

Enriquet, pescador de Cadaqués, me decía en su lenguaje esas mismas cosas, aquel día que, al mirar un cuadro mío que representaba el mar, observó: Es igual. Pero mejor en el cuadro, porque en él las olas se pueden contar.
También en esa preferencia podría empezar la ironía, si Enriquet fuera capaz de pasar de la física a la metafísica.
Ironía -lo hemos dicho- es desnudez; es el gimnasta que se esconde tras el dolor de San Sebastián. Y es también este dolor, porque se puede contar.

Paciencia

Hay una paciencia en el remar de Enriquet que es una sabia manera de inacción; pero existe también la paciencia que es una manera de pasión, la paciencia humilde en el madurar los cuadros de Vermeer de Delft, que es la misma paciencia que la del madurar los árboles frutales.
Hay otra manera aún: una manera entre la inacción y la pasión; entre el remar de Enriquet y el pintar de Van der Meer, que es una manera de elegancia. Me refiero a la paciencia en el esquisito agonizar de San Sebastián.

Descripción de la figura de San Sebastián

Me di cuenta de que estaba en Italia por el enlosado de mármol blanco y negro de la escalinata. La subí. Al final de ella estaba San Sebastián atado a un viejo tronco de cerezo. Sus pies reposaban sobre un capitel roto. Cuanto más observaba su figura, más curiosa me parecía. No obstante, tenía idea de conocerla toda mi vida y la aséptica luz de la mañana me revelaba sus más pequeños detalles con tal claridad y pureza, que era imposible mi turbación.
La cabeza del Santo estaba dividida en dos partes: una, formada por una materia parecida a la de las medusas y sostenida por un círculo finísimo de níquel; la otra la ocupaba un medio rostro que me recordaba a alguien muy conocido; de este círculo partía un soporte de escayola blanquísima que era como la columna dorsal de la figura. Las flechas llevaban todas anotadas su temperatura y una pequeña inscripción grabada en el acero que decía: Invitación al coágulo de sangre. En ciertas regiones del cuerpo, las venas aparecían en la superficie con su azul intenso de tormenta de Patinir, y describían curvas de una dolorosa voluptuosidad sobre el rosa coral de la piel.
Al llegar a los hombros del santo, quedaban impresionadas, como en una lámina sensible, las direcciones de la brisa.

Vientos alisios y contra-alisios

Al tocar sus rodillas, el aire escaso se paraba. La aureola del mártir era como de cristal de roca, y en su whisky endurecido, florecía una áspera y sangrienta estrella de mar.
Sobre la arena cubierta de conchas y mica, instrumentos exactos de una física desconocida proyectaban sus sombras explicativas, y ofrecían sus cristales y aluminios a la luz desinfectada. Unas letras dibujadas por Giorgio Morandi indicaban Aparatos destilados.

El extraordinario texto de Dalí sigue acá.
Fuente: Ian Gibson. Federico García Lorca (tomo I). Barcelona, Crítica, 1998, págs. 494 a 499. El original en catalán (publicado en 1927) se incluye como apéndice en págs. 612 a 617.

Los niños, primero

miércoles, 10 de enero de 2007

Uno y el universo

por Daniel Link

A veces las estrellas tienen un sentido:
constelaciones, signos, premoniciones, caminos.

Esos trazos de luz y esos puntos luminosos
(los mismos, exactamente los mismos)
están en mi historia y en la tuya:
Yepun, el lucero matutino, la cruz del sur, las Tres Marías,
Virgo, el puñal.

¡Mirá! ¡Mirá!
"Todo está hecho con la misma materia.
Esa estrella, un camión, los pájaros."
Mi cuerpo, ese papel, ese fuego.

¡Qué escala para medir las cosas,
la unidad de la materia o los ritmos estelares!
Cuando yo miré las estrellas, ¿vos qué mirabas?
¿Y dónde estabas?

Han construido en Paranal (lo dijo el Discovery Channel)
el telescopio más grande del mundo.
Se puede ver un hombre caminando por la Luna
(pero en la Luna no hay nadie caminando.
Ningún distraído, pateando piedritas,
ensimismado, pensando en todo lo que está lejos
o en todo lo que ya nunca podrá recuperar).
Dicen que, ahora sí, van a descubrir todos los secretos del universo:
las eras galácticas, el movimiento estelar, la antigüedad de la materia,
los ritmos del cosmos.
Pero el Discovery Channel insiste sobre todo en el delicado trabajo
de trasladar los gigantescos espejos hasta su ubicación definitiva.
El camión no debe tambalearse.
Los hombres se preocupan
(les pagan para eso)
por evitar en el espejo la menor huella
de ese lento viaje a las alturas áridas de la montaña.
Otros viajes quedarán registrados en los espejos de Paranal:
los de la luz a través del espacio muerto.
Dicen que, ahora sí, podremos saber si estamos o no solos.

¡Qué escala para medir la soledad!
Cuando yo miré a los ojos a un habitante del espacio,
¿vos qué mirabas? ¿Dónde estabas?

¡Mirá! ¡Mirá!
De esa estrella que titila lo único que puede interesarnos
es que no la estamos mirando al mismo tiempo.
Y aunque la imagen de esa estrella
(Virgo, el puñal, la cruz del sur -Melipal)
rebote en un espejo gigante, nunca va a devolverme mi mirada perdida:
no sabe que la miro, no sabe quién la mira.

Un espejo mejor, más grande, más preciso,
donde se impriman los secretos, los ritmos,
las eras, las edades:
"espejito, espejito..."
(celebra el Discovery Channel).

Pienso en cada vez que miré las estrellas
y cada vez que miré a los ojos a un habitante del espacio
(nos pagan para eso).
¿Vos qué mirabas? ¿Dónde estabas?
Eran signos, premoniciones, caminos,
nuestra historia.


Paranal, noviembre de 2004

Correspondencia

¡Hola! ¿Cómo vas?
Ya que estás en la UBA y que hay muchos gays... entrá ya a: http://groups.yahoo.com/group/ubagay/ ¡¡¡Está a full!!!

¡¡¡¡Abrazo y buen 2007!!!!

martes, 9 de enero de 2007

Para el bronce

Hace muchos años, cuando Edgardo Cozarinsky había vuelto después de doce años de ausencia a Buenos Aires, la Fortuna lo reunió en un ascensor del Teatro Municipal San Martín (o del Centro Cultural San Martín: en este punto las versiones son divergentes) con Roberto Jacoby quien, sorprendido por esa presencia inesperada que no lo saludaba, lo interpeló diciéndole su nombre y agregando la socarrona frase: "¿No me reconocés?". La respuesta no se hizo esperar:

"Pero cómo te iba a reconocer si estás idéntico".

lunes, 8 de enero de 2007

Sobre la crítica y las políticas de la amistad

Hay que ser tarado o, para usar una categoría marxiana, "tarado previo" (La ideología alemana) para sostener que una crítica estaría viciada de antemano por la relación (de amistad o de enemistad) que pudieran sostener las personas sociales involucradas en el texto (el "autor" de la crítica, el "autor" al que la crítica se refiere).
Si estamos acostumbrados a pensar que el "autor" no es sino una función del texto (algo que, como un shifter de enunciación, permite relacionar el adentro y el afuera: el texto y el mundo, la política, la vida, el amor y la muerte), no se entiende sobre qué base se podría sostener que la "amistad" es previa al texto y no que se deduce de él o que en relación con él opera, también, como una función.
Lo que importa, cuando una persona sostiene juicios sobre un(os) libro(s) no es, por lo tanto, la relación que se escondería como una sierpe, como una anfisbena, detrás de cada una de sus palabras sino la calidad de sus dichos, el modo en que induce a la pensatividad.
Ariel Schettini ha escrito (por segunda vez, si no recuerdo mal) sobre un libro mío cosas que yo no le soplé al oído y que él mismo tuvo el buen tino de no someter a mi consideración antes de publicarlas. Previamente a ese episodio público, Ariel Schettini y yo hemos sostenido discusiones muchas veces exasperantes sobre literatura, sobre política, sobre la vida y la muerte. No sé de dónde sale la idea de que los amigos están allí para aprobar lo que uno piensa. Tengo para mí que la amistad es el momento más agudo, más grave, más agobiante del disenso: lo que nos enfrenta, una y otra vez, a lo que no somos capaces de pensar por nuestra propia cuenta. Confieso que el texto firmado por Ariel Schettini sobre Montserrat me hizo pensar en aspectos de la novela en los que yo mismo no había reparado (y es eso, en todo caso, lo que yo podría agradecerle, y no el envío de no sé qué hipotéticas flores que se esconderían detrás de sus palabras).
Por supuesto, no soy yo la persona más indicada para defender los argumentos de Schettini, quien, por otra parte, no me necesita para enfrentamiento de tan fácil resolución: baste señalar el barbarismo de quien se atreve a recusar su referencia a "la narrativa moderna del siglo XXI" mediante el soporífero señalamiento de que el siglo XXI aún no ha transcurrido por completo. Pues bien, señores, sépanlo: en lo que a nosotros respecta, hasta el día de hoy, enero 8 de 2007, el siglo XXI ha transcurrido enteramente. Mañana será, seguramente, otra cosa. Y el año que viene, todavía algo diferente. En el 2010, en el 2087, los historiadores se encargarán de hablar de nuestro tiempo con palabras que no podemos siquiera adivinar. Pero es ésa precisamente la distancia entre la crítica (que trabaja en el presente) y la historiografía (que supone una mirada retrospectiva). Por otro lado, recortar la descripción definida "la narrativa moderna del siglo XXI" supone una operación tan burda que ni vale la pena comentarla salvo para decir que impide discutir lo que esa descripción definida presupone, esto es: la la existencia de aquello que se postula como existente ("el lucero del alba", decían los lógicos que no pretendían hacerse los vivillos).
¿Qué habríamos de hacer? ¿Prohibir a los "amigos" que hemos ido cosechando a lo largo de nuestras decrépitas vidas que se involucren públicamente respecto de lo que hacemos? ¿Entregarnos a las plumas mucho más agudas de nuestros "enemigos"? Mejor es pensar que las personas que dicen cosas inteligentes (Benjamin, Foucault, Deleuze, Martínez Estrada, Severo Sarduy) son nuestros amigos, independientemente de qué hablen. Y las otras, no. Si se da la peregrina circunstancia de que personas que queremos mucho (Barthes, Dakota Fanning, Ovidio, Alejandro Ros) consideren que tienen algo interesante para decir a propósito de lo que hacemos (no importa en qué términos), aceptaremos el trago amargo y haremos cuenta de que eso no sucedió nunca, precisamente para poder seguir cultivando esa vaga fatria que ofende a tantos. Eso sí, amigos tarados, tarados previos, no tendremos nunca.

Libros recibidos

Una poesía fotográfica. Sobre Arturo Carrera

Reinaldo Laddaga

El sentido, como una bendición
que resonara desde otro alfabeto
exento, ubicuo,
'falto' de religión: cartas a los Reyes,
a la Befana, al Niño Jesús: a nosotros mismos
anónimos, cadenas, falsos mapas

Arturo Carrera, Children?s Corner

Acaba de publicarse en Venezuela una antología (la primera, según creo) de la obra de Arturo Carrera, que nació en 1948, que es el autor de dos decenas de libros, cuyo trabajo constituye una de las aventuras centrales de la literatura latinoamericana reciente. La antología fue realizada por Ana Porrúa, que le ha dado el título de uno de los libros centrales del poeta: Animaciones suspendidas. La antología recoge poemas de casi todos los libros de Carrera y está precedida por una excelente presentación de la editora. Para quienes no conozcan la obra de Carrera, es una excelente manera de ingresar en ella; para quienes la conozcan, es una excelente ocasión de revisar estas extraordinarias colecciones (así veo, por mi parte, a sus poemas) de frases, semi-frases, palabras separadas que el poeta quisiera que pertenecieran a la familia de esas "cartas a los Reyes, a la Befana, al Niño Jesús" y a la vez (de ese modo leo los dos puntos) "a nosotros mismos", con quienes nos vinculamos, en las circunstancias más felices, por el desvío o el rodeo de "anónimos, cadenas, falsos mapas".

El texto completo de Reinaldo Laddaga puede leerse acá.

Dicen que...

La crítica como club de amigos

domingo, 7 de enero de 2007

Cultura para todos

Discutir la Biblioteca Nacional

es discutir qué cultura y qué Estado queremos


Las desconsideradas "Consideraciones" que mi carta de renuncia a la Biblioteca Nacional le mereciera al Dr. Horacio González -publicadas por Página/12 el pasado 31 de diciembre- poco aportan, cuando no oscurecen, el necesario, imprescindible, urgente debate público que reclama nuestra querida y vapuleada institución. El Director ha escogido el camino, que no transitaré, de la invectiva personal. Pero como en su afán por descalificarme se ha visto obligado a recorrer una serie de tópicos -la administración pública, los trabajadores y el poder sindical, la biblioteca y los lectores, las tradiciones intelectuales, la tecnología y la cultura-, quiero aprovechar la oportunidad para revisitarlos buscando elevar el nivel y estimular ese debate.

En primer lugar, llama la atención que el Director de la Biblioteca Nacional no desmienta el grave cuadro de situación denunciado, sino que se refiera pudorosamente al mismo en términos de "males conocidos". Para el Dr. González, enunciar públicamente dichos "males" significa "denigrar" a la institución que los padece. Y dicho ejercicio crítico, afirma, sería incompatible con la pertenencia a la conducción de la misma. Estaríamos ante una situación por demás paradójica, por la cual el profesor y escritor González abogaría por el pensamiento crítico frente a las instituciones mientras el funcionario González aconsejaría disimular los "males" institucionales, escondiendo la tierra debajo de la alfombra. Muy por el contrario, creo que hacer público un diagnóstico crítico de una institución es la mejor manera de asumir un compromiso serio para mejorarla. Y dado que los "males" no son personales sino estructurales, institucionales, señalarlos no significa -como socarronamente quiere hacerme aparecer el Sr. Director- "denigrar" a personas concretas (cada empleado estatal a título individual) sino visibilizar y cuestionar los poderes que manejan los hilos invisibles pero efectivos de la administración pública.

En declaraciones al diario Clarín aparecidas ayer, el Sr. Director alude oblicuamente a las presiones sindicales, señalando que "pertenecen a la composición misma de la administración pública del país" (Clarín, 3/1/2007, p. 32). Con ambigüedad estudiada, dicho enunciado admite por parte del lector crítico de la burocracia sindical una interpretación negativa de su poder, mientras que habilita otra lectura que legitima a dicha burocracia, otorgándole una "pertenencia" anclada en una de esas tradiciones nacionales que tanto embriagan al Señor Director. Más de medio siglo de ejercicio de poder burocrático terminan por legitimar ciertos derechos adquiridos sobre las instituciones del Estado y sobre los trabajadores que el Dr. González, sin duda en nombre de una antigua lealtad, está dispuesto a reconocer y resguardar.

No son los trabajadores, sino el modo en que los "defiende" cierto sindicalismo, lo que obtura la institución y afecta los servicios de atención a los lectores. Como sucedió el 17 de Octubre de 2006, en que la atención al público de la Biblioteca Nacional cayó cuando el gremio hegemónico condujo a buena parte del personal a la quinta de San Vicente. Y como se repitió al día siguiente, el 18 de octubre, cuando dicho gremio declaró asueto por San Perón sobre el personal de la Biblioteca.

Confieso que pensé dos veces antes de hacer pública esta información, porque seguramente dará pie al Sr. Director y al viejo sindicalismo para ironizar una vez más sobre mi presunto "gorilismo". Pero prefiero anticiparme a la chicana señalando que por mi parte no tendría la menor objeción si el gobierno o el parlamento nacionales decretaran el feriado nacional en una jornada sentida como histórica por las grandes mayorías. Pero, volviendo a la Biblioteca Nacional, al no encontrarnos en un día festivo ni en el marco de un conflicto laboral, el problema reside en quién toma las decisiones, si los directivos de la institución o los delegados gremiales, sobre temas claves como el cese de actividades y el consiguiente cierre de la atención al público. En declaraciones al diario La Nación aparecidas en el día de ayer, el Dr. González afirma que "la Biblioteca Nacional no admite dos direcciones". Palabras firmes e incuestionables, que saludamos calurosamente, pero que lamentablemente nunca le escuchamos frente a quienes debería haberlas pronunciado durante todo el año 2006.

Pero volvamos a las labores en curso en la Biblioteca Nacional. Es significativo que el Director sólo tenga para exhibir como pruebas de los cambios aquellas tareas que emprendimos desde la Subdirección y que él mismo resistió o desalentó. Esgrime como estandarte, por ejemplo, el Inventario de Libros. Este programa fue puesto en marcha por el entonces director Elvio Vitali en febrero de 2005 y concluido al amparo de la Subdirección a mediados de 2006. Vitali, asesorado por un cuerpo de bibliotecarios y otro de investigadores, no tardó en llegar a la conclusión de que para realizar un inventario de los libros y folletos que disponía la Biblioteca Nacional era necesario constituir un programa de trabajo capaz de resguardar su autonomía física, administrativa, financiera, informática y laboral. Consiguió para ello el necesario apoyo presupuestario, habilitó un espacio físico en uno de los subsuelos, contrató una veintena de bibliotecarios y un centenar de pasantes universitarios. Durante un año y medio el Programa Inventario trabajó de modo ejemplar, gracias a que la gestión logró preservar su autonomía brindándole todos los insumos y apoyos necesarios, mientras que los bibliotecarios y los pasantes mostraban un extraordinario compromiso con su labor. El resultado fue el primer inventario informatizado de libros y folletos que dispone la Biblioteca Nacional. Desde hace un semestre puede ser consultado por cualquier lector desde la página web desde cualquier punto de país (y del mundo).

Cediendo a las presiones de la burocracia sindical (cuya principal preocupación radicaba en que el Inventario escapaba a su control), Horacio González, primero como Subdirector y luego como Director, lanzó sobre el programa los calificativos de "enclave tecnológico", "sistema taylorista de trabajo", "administración paralela", etc. Su preocupación no se centraba en los derechos de los lectores, y de la ciudadanía en general, para acceder al patrimonio de la Biblioteca Nacional, sino en los supuestos "derechos" vulnerados de los trabajadores de la casa.

En semejante razonamiento subyacen toda una serie de equívocos. En primer lugar, las típicas oposiciones del Sr. Director -derechos de los trabajadores contra derechos de los lectores, técnica versus cultura, pensamiento versus gestión, etc.- resultan francamente improductivas, tanto para el pensamiento como la gestión de una institución con tantos "pliegues", como él mismo gusta repetir. En segundo lugar, la defensa de los trabajadores reales y concretos no puede confundirse con la defensa de las burocracias interesadas en mantener las rutinas habituales para no poner en riesgo sus cuotas de poder.

El Director alude también a otros inventarios en marcha. En efecto, a partir del verano del 2006 pusimos en marcha programas para inventariar la colección de partituras, la hemeroteca y el archivo de manuscritos (área creada por la Subdirección y por cuyo futuro temo). Para sortear las presiones burocráticas y las críticas del Director, aceptamos formar equipos de trabajo mixtos, integrando la labor experimentada de los pasantes universitarios con la de los bibliotecarios y empleados de la institución que aceptaron sumarse a la labor. Para diciembre de 2006 se había logrado iniciar el inventario de partituras y el de archivo así como proceder al ordenamiento físico de las colecciones de la Hemeroteca. Pero aquí las permanentes intervenciones de facto de la burocracia sindical, que contaron con la invariable legitimación del Sr. Director, tornaron ímproba la continuidad de estas tareas, y esta es razón por la cual presenté mi dimisión. Es una gran ironía que el Dr. González se presente hoy ante la opinión pública como el garante de la continuidad de proyectos que nunca apoyó a cabalidad y que vapuleó a menudo.

Defender a los trabajadores no significa adularlos con una retórica demagógica sino promover su capacitación y su integración en equipos de trabajo eficaces y productivos. Desde mi perspectiva, no hay peor condena para el trabajador que resignarse a una suerte de destino manifiesto de empleado público ocioso, ausentista e improductivo. La crisis del trabajo no es sólo de índole salarial: es también una crisis de sentido. En el caso de la Biblioteca Nacional, de una institución que ha perdido su misión y necesita reencontrarla, el empleado ya no sabe para qué ni para quién trabaja, con qué objetivos ni con qué estándares. En ese contexto, no es casual que en el depósito de libros del segundo subsuelo de la Biblioteca Nacional los trabajadores del mismo se entretengan con un televisor, mientras los materiales demoran un promedio de 45 minutos en llegar a manos del lector.

Lamento que el Dr. González califique mi reclamo de eficiencia y de productividad laboral en la administración pública como neoliberal o de derechas. Por mi parte, como intelectual de izquierdas defiendo la necesidad de devolver a la sociedad civil una institución capturada como la Biblioteca Nacional, de tornar transparente un organismo opaco, de mostrar por todos los medios disponibles los tesoros que la biblioteca encierra convocando a sus lectores, reales y potenciales, presenciales y virtuales. Ninguna organización del trabajo puede escapar a estas exigencias. Cualquier oposición entre "derechos de los trabajadores" y "derechos de los lectores" es absolutamente incongruente y no hace más que profundizar el dislocamiento de la institución.

El Dr. González reconoce la notable merma de lectores en la Biblioteca Nacional señalada en mi carta de renuncia, pero inscribiéndola dentro de un "fenómeno mundial" más vasto. Esta estrategia de difuminar las responsabilidades de la deficiente atención que se brinda en la institución que dirige en una "crisis general del libro" y una merma de la lectura no soporta el menor análisis. En primer lugar, no todas las bibliotecas pierden lectores: las que han pasado la prueba de la modernización y ofrecen mejores servicios crecen en usuarios y en donantes. En segundo lugar, lo que muchas bibliotecas pierden en lectores presenciales, lo ganan en lectores virtuales. Se reduce el patrimonio consultado en sala de lectura mientras crece el patrimonio ofrecido y consultado a través de la web. La Biblioteca Nacional de Francia y la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos han sido pioneras en los proyectos de biblioteca digital. Ya señalé en mi carta de renuncia que el lugar prominente que corresponde dentro de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes a cada Biblioteca Nacional iberoamericana fue ocupado en el caso de nuestro país (en buena hora, desde ya) por la Academia Argentina de Letras.

Es entonces paradójico que el Director de la Biblioteca Nacional señale la caída en el número de lectores y al mismo tiempo encienda tantas alarmas fuente a mi proyecto "tecnocrático" de digitalización, destinado a la preservación de nuestro material y a conquistar nuevos lectores, sobre todo jóvenes. El Dr. González me atribuye la intención de "aceptar con liviandad el proyecto de Google de hacerse cargo de toda bibliografía latinoamericana" ("Consideraciones", Página/12, 31/12/2006, p. 16). En verdad, yo no hice otra cosa que recibir a un representante de Google cuando este se presentó la Biblioteca Nacional para proponernos un acuerdo de digitalización y lamento que el Director no pudiera acudir a la cita. El representante de Google ofreció entonces a la Biblioteca Nacional de nuestro país un acuerdo semejante al que su empresa estableció con la Biblioteca Pública Nueva York y con las bibliotecas de siete universidades del mundo: la de Stanford, la de California, la de Wisconsin-Michigan y la de Virginia en los Estados Unidos, las de Cambridge y Oxford en Inglaterra y la de la Complutense de Madrid. Por dicho acuerdo Google se comprometió a ofrecer a través de la web aquellos tramos de una obra que cada biblioteca establecía (algunas páginas o la totalidad, conforme las obras estuvieran o no libradas a la consulta pública); por su parte, cada una de estas bibliotecas se beneficiaba con la digitalización de sus colecciones, que entonces podía ofrecer desde su página web. Aunque el Google Library Project suene demasiado inglés a los oídos del Director de la Biblioteca Nacional, permitirá en poco tiempo a cualquier lector que disponga de una conexión a internet el acceso a millones de libros que hasta hoy sólo accedían lectores presenciales, en su gran mayoría estudiantes e investigadores de esas universidades.

Por mi parte, no reconozco los méritos del proyecto Google, como se me achaca, con la menor liviandad. El 22 de noviembre del 2006, en el marco de las Jornadas sobre Derechos de Autor y Libro Digital que se organizaron en la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires tuve oportunidad de plantear públicamente la cuestión. Sostuve allí que el libro digital y la biblioteca virtual son realidades que se están instalando en todo el mundo. Aunque educados en la cultura humanista del libro impreso, los bibliotecarios, editores, autores y libreros no podemos aferrarnos apocalípticamente al soporte papel que tanto queremos. Sin desconocer los riesgos que entraña toda nueva tecnología que no dominamos, nuestro desafío consiste en desarrollar las potencialidades emancipatorias que también encierran. Sostuve también en dichas Jornadas que las bibliotecas argentinas no pueden permanecer ajenas a los proyectos de digitalización: o bien logramos desarrollar en el marco del Estado nacional un polo propio de digitalización, o bien necesitaremos concertar un acuerdo con una empresa privada como Google. El riesgo de la tecnofobia del Dr. González es que no hagamos ni una cosa ni la otra. Mientras el Director teme, como los primitivos frente a la fotografía, que cada libro que se digitalice pierda su aura, el patrimonio de la Biblioteca Nacional se deteriora y los lectores migran a otras bibliotecas.

La oposición entre tradición y modernización es otro de los estériles dilemas con que el Dr. González ha paralizado la Biblioteca Nacional. Su refugio en las tradiciones de Moreno, de Groussac y Borges no son sino pura mitología y en nada se compadecen con su pensamiento ni con sus prácticas. Paul Groussac fue un gran administrador de la Biblioteca Nacional. Con escaso presupuesto y personal enriqueció con compras sus colecciones de libros, revistas y fondos documentales, actualizó los ficheros, obtuvo del gobierno el edificio histórico de la calle México y fundó la revista La Biblioteca, a través de la cual dio a conocer documentos históricos, escrupulosamente editados, que se atesoraban en su Archivo. Borges, en las antípodas del populismo cultural, nos legó maravillosas metáforas sobre la biblioteca. Vanguardista, no sería de extrañar que el universo de internet lo hubiera estimulado a pensar nuevas paradojas del espacio-tiempo virtual. A diferencia de su actual Director, nunca vivió encerrado en su biblioteca imaginaria, mostrando la sabiduría necesaria para confiar la administración práctica de la Biblioteca Nacional en su Subdirector, José Edmundo Clemente. En fin, respecto del parangón con Mariano Moreno, ojalá corrieran por las venas del Sr. Director aunque más no fueran unas pocas gotas de su sangre jacobina....

Intenté con mi carta de renuncia provocar un debate público porque entendí que el destino de la Biblioteca Nacional no podía quedar atado a las negociaciones entre los grupos de poder que la atenazan y los funcionarios de turno que lo toleran. Sostuve en ella que los empeños de los directivos así como los recursos de la Biblioteca Nacional debían estar en su mayoría encaminados a la realización de un programa de modernización. La Biblioteca Nacional de nuestro país necesita como directivos a personas con competencia acreditada en la gestión bibliotecaria, capaces de brindar respaldo y confianza a un equipo técnico que encare la tan mentada modernización y que no oculte su incapacidad e ignorancia en estos temas dedicando su tiempo a sembrar desconfianza entre los profesionales y a tomar decisiones sin apoyo técnico alguno. Directivos dispuestos a consagrar su tiempo a participar más en reuniones de trabajo que en viajes protocolares y eventos sociales, a garantizar una mayor presencia en los depósitos que en el Auditorio Borges.

Yo he dicho, pues, lo mío. Quisiera ahora dejar la palabra a la comunidad de los lectores, los investigadores, los archivistas, los bibliotecarios y demás trabajadores de las bibliotecas del país, los editores, los intelectuales, los periodistas y los funcionarios de Cultura. Porque la discusión sobre la Biblioteca Nacional excede al ámbito de sus paredes. Discutir la Biblioteca Nacional es también discutir el Estado, el sistema político, las lógicas y dinámicas sociales en sus relaciones con lo estatal, el sindicalismo, la democracia y los derechos ciudadanos (entre otros, los derechos a la información, a la transparencia, a la rendición de cuentas). Ojalá que la ciudadanía tome la palabra para hacer suya, de una vez por todas, su Biblioteca Nacional y sus instituciones. Y ojalá que los funcionarios no se hayan olvidado de la lección que les dio la sociedad en diciembre del 2001.


Villa Gesell, 4 de enero de 2007

Horacio Tarcus