lunes, 10 de diciembre de 2012

Si Rosita nos hubiera visto....

It's a fact: it was the worst party ever! Lunes a la noche, en alguna plaza nevada de Estocolmo. 



El lugar era... no sé... Como un quincho de vidrio en Carlos Paz, con un grupo que cantaba en vivo horribles versiones de canciones muy conocidas. Uno tenía moñito y otro, pelada, aparecía online en el grindr, mientras estaba cantando. Ponían todo de si, lo que significa que gritaban en un escenario de un metro cuadrado
Muchos nativos, todos más bien horribles y parcos (la simpatía no se cultiva en estos lugares abandonados por el calor de Dios), y unas suecas de Tinelli. Muchas Maitenas, naturalmente, y un grupo inconcebible de "anormales" (en el sentido foucaultiano del término), de los cuales los argentinos éramos (cómo no) los más ruidosos y los más escandalosos.
Por alguna rara propiedad del ambiente y del clima, pudimos salir en remera a fumar sobre la nieve.

















De las muchas opciones que la noche presentaba, resultó que mi marido no quiso saber nada sobre la posibilidad de terminar la noche con mi novio:


























Foto: Sebastián Freire

En algún momento lo acorralé atrás de una columna o de un cortinado y comprobé que mi marido tenía razón (besaba mal).
Más suerte tuvo el autor de la "autopercepción", cierto abogado que, a esta altura de la noche, debe de estar saboreando un rico licuado de curry. Mañana veremos qué nos cuenta*.
Los nativos son incomprensibles: no se sabe si están dispuestos a garcharse cualquier cosa que se les cruce (en términos de género) o en verdad no se garchan nada. Lo cierto es que, borrachos a morir, los echaban a empujones de la disco o restaurante con show en vivo a donde nos habían llevado, a cuyas puertas había estacionadas dos limusinas blancas, que probablemente nadie tomaría porque los taxis son famosos por estafar a sus pasajeros, sabiéndolos ebrios. 
















*Actualización del día siguiente: en el desayuno se nos informó que no hubo contacto físico alguno más allá del baile del caño ejecutado a dúo en la pista de baile, porque (excusa de pasiva inconfesasble) el susodicho Charming Prince de tez aceitunada alegó malfunction debida a su borrachera.


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